JUEVES FLAMENCOS DE SEVILLA. BELÉN MAYA, ‘SOUVENIR’
Performance
Carlos Sánchez. Sevilla, 12 de abril de 2007
‘Souvenir’. Baile: Belén Maya, Juan Carlos Lérida. Cante: Rosario la Tremendita, Jesús Corbacho. Guitarra: José Luis Rodríguez. Palmas y baile: Ana Calí, Vanesa Coloma. Actor: David Montero. Jueves Flamencos 2006/2007. Sala Joaquín Turina. Sevilla, 12 de abril de 2007. 21 horas.
Un viaje hacia lo conceptual. Un salto de una orilla a otra. Del clasicismo hasta el experimentalismo. Dos conceptos distintos que comulgan en ‘Souvenir’, la nueva propuesta de la bailaora Belén Maya. Una performance que entremezcla muchos ingredientes desde el guiño flamenco. Distintos lenguajes confluyen en una obra en la que el baile cede el protagonismo a la palabra a través de una hilera de cuentos –recitados por el actor y director David Montero- que conducen cada uno de los movimientos. Con unos planteamientos bañados de procacidad. Y con oscilaciones en cuanto al ritmo y al tiempo. Interpretando los silencios, las poses y el mutismo mediante poses y estampas que aluden a la memoria y al recuerdo. Intercambiando los roles de cada uno de los intervinientes y utilizándolos como elementos de la propia escena.
Belén Maya (Foto archivo Daniel Muñoz)
Composición. Posan todos los artistas como si de un retrato se tratara. Brotan las palabras, antesala de la fiesta. Palmas por bulerías con ritmo intenso. A lo antiguo. Las secuencias se van hilvanando a través de movimientos y transiciones rápidas, neutralizadas por el dictum de Montero. Suenan los fandangos en la guitarra de José Luis Rodríguez. La voz ‘laína’ de Jesús Corbacho se incorpora. Mientras que las palmeras recrean estampas antiguas a través de la indumentaria. El tiempo pasa, y el baile de Belén Maya se resiste hasta los tangos. Antes, los abandolaos revolucionados –a ‘45 r.p.m.’ (revoluciones por minuto)- de Juan Carlos Lérida. Un visaje a lo antiguo, rememorando la época del vinilo. El artista sevillano bulle en su singularidad, impregnando de contemporaneidad la escena. Hasta galvanizar su intervención con una soleá en el sitio por razón de movimientos ralentizados.
La bajañí aparece de nuevo en la zambra. José Luis Rodríguez acaricia las seis cuerdas con dulzura emulando paisajes moriscos. La Tremendita lo acompaña con ese cante alargado. Acto seguido, por malagueñas. Con la peculiaridad de que ambos cantaores aparecen con sendas guitarras para acompañarse a sí mismos. Denota la preparación de los cantaores actuales, muchos de los cuales tienen conocimientos de la sonanta. En este caso, sólo es enjuiciable el hecho, no el toque. Pero el detalle gusta a los presentes. Es, en este preciso instante, cuando por fin Belén Maya rezuma su quehacer por tangos cubiertos de detalles y arabescos. Más de cuarenta minutos de intensa espera para ver bailar a la verdadera protagonista, aunque a la postre no lo fuera. El público se quedó con ganas de ver más baile de la artista afincada en Sevilla. Aunque, posteriormente, brindara una seguiriya con remates plagados de hilaridad.
Hasta aquí, la ribera clásica. Es momento de cruzar el río hasta lo experimental o abstracto. Un escalón demasiado grande al que le faltaron algunos peldaños. La música electrónica hace acto de presencia. La guitarra de Rodríguez es sustituida por los sintetizadores y las mezclas. Cambio de registro. El baile de Belén Maya permuta otro lenguaje más afín a los patrones de Lérida. Ambos abstraen sus mensajes. Voltean los brazos, diseccionan los movimientos y ademanes. Indagan en otras formas alejadas del flamenco. Interpretan un discurso teñido de surrealismo. Multitud de imágenes y retratos. Juegan con los silencios. Bailan al recitar de Montero. El espectáculo se dilata. He ahí esa “mirada apasionada e irónica”. El flamenco cede el trono al contemporáneo. ‘Souvenir’, una performance en clave flamenca.
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